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La innovación y el cambio como tareas de la Universidad Necesaria

En la tradición universitaria latinoamericana ha prevalecido el modelo de la universidad heredado de la tradición alemana, desde la fundación de la Universidad de Berlín hacia 1810 y con el liderazgo de von Humboldt, en el cual esta institución tenía como función central la producción de nuevo conocimiento, la formación humana de los estudiantes y el servicio a la sociedad. Se trataba de funciones que, en el contexto histórico de entonces, hicieron que la universidad fuera un factor esencial en el desarrollo de la cultura alemana como medio para la formación del talento humano requerido para el desarrollo alemán. Pero también, como expresión, en el caso de la investigación de frontera, del derecho humano a la búsqueda de la verdad sin restricciones. La universidad quiso florecer como ámbito para el conocimiento desinteresado, como centro de excelencia, como parte de la inteligencia nacional y como corporación autónoma y espacio de desarrollo de los mejores talentos de la época.


Ahora bien, las condiciones materiales de reproducción de este estilo de universidad han desaparecido en virtud de tres fuerzas que ponen en tela de juicio su legitimidad: a- las nuevas formas de producción del conocimiento en todos los campos, que trae consigo un cierto grado de burocratización de las actividades de investigación; una prevalencia de los intereses de los agentes financiadores frente a los del cuerpo de investigadores académicos individualmente considerados; una determinación de temas por investigar según criterios de utilidad y aplicación del conocimiento y la existencia de un mercado mundial del conocimiento que ha “profesionalizado” el trabajo académico, modificando la cultura y las reglas del juego para el ejercicio de la investigación frente a la docencia y el modo de proyectarse sobre la sociedad, de las organizaciones universitarias de corte tradicional. El “académico de vocación” da paso al “especialista” en temas y subtemas relevantes científica y socialmente cuya actividad se encuentra ampliamente afectada por la operación en red, la movilidad internacional y la existencia de un mercado del conocimiento muy conspicuo y competitivo en el marco de una economía global; b- la revolución en el campo de la información y las comunicaciones y su potencial para incidir en los procesos de aprendizaje, deja de lado las formas tradicionales de las metodologías tradicionales y obliga a una revolución metodológica que conduce a nuevas formas de organización de las actividades de docencia universitaria. En la galaxia de INTERNET no hay espacio para la cátedra magistral y la transmisión acrítica del conocimiento; c-las nuevas demandas sociales a la institución universitaria obliga a que ésta se articule orgánicamente a las dinámicas de transformación de cada país de modo orgánico, contribuyendo a su desarrollo no solo en la formación del talento humano sino con propuestas de solución de sus problemas más urgentes, con servicios pertinentes y de alta calidad.


Se trata de situaciones que colocan a las universidades en turbulencias que obligan a replantear sus funciones sustantivas de docencia, investigación y proyección social. Estas tareas deben ser redefinidas para hacer visible su rostro propio ante los retos del presente en relación con la manera como cada una de ellas se relaciona con el conocimiento (las disciplinas que cultiva, sus agendas de investigación y programación académica en campos nuevos del conocimiento), con el perfil de formación que propugna y el tipo de servicio a la sociedad que asume. Cada una de estas funciones expresaría su compromiso con el conocimiento, con el país y con el perfil de ser humano que busca contribuir a formar en quienes pasan por ella.


El cambio y la innovación forman parte de la tarea actual de la universidad necesaria. Se habla de la “Universidad necesaria”, para caracterizar aquella que hace del cambio su tarea, que asume los retos y liderazgos nuevos que se enfrentan en una sociedad movilizada por el conocimiento, estructuralmente desigual, pero con una juventud ansiosa y esperanzada en un futuro abierto por construir. Este anhelo de cambio permite reconocer la pequeñez del principio predominante en nuestro medio de que el prestigio académico es preferentemente el de la imitación de las disciplinas aceptadas, los principios de gestión sólidamente establecidos y de los hábitos de pensamiento de las universidades más prestigiosas y no el de la innovación y la experimentación. Si seguimos haciendo lo mismo, el resultado no podrá ser distinto. Urge disponer de universidades que sirvan a una multiplicidad de propósitos y que se adapten a diferentes y heterogéneas demandas y tipos de formación. Reinventemos la utilidad práctica de las ciencias a través del quehacer universitario, para que éstas lleguen a ser parte de la inteligencia social, conciencia crítica del presente y dispositivo útil a la formación de la nación. La legitimidad social de las universidades pasa por su articulación orgánica con la sociedad en que opera.


Estas circunstancias obligan a repensar las universidades no solo en lo relacionado con sus funciones sustantivas sino también en lo referente a la gestión del conocimiento, a la estructura de la organización y a la gestión de su talento humano que en ellas se realiza. A estos aspectos haremos referencia de manera más técnica en las siguientes dos ediciones de este blog.


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