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La pertinencia como responsabilidad ineludible de las universidades

Las Universidades en la Región y particularmente en Colombia se encuentran frente a nuevas demandas y nuevos desafíos que convierten en urgentes algunas acciones que en tiempos pasados no formaban parte de sus tareas rutinarias. Tanto es así que muchas de estas tareas o requerimientos ni siquiera tenían nombre propio en el quehacer diario de los directivos de las organizaciones universitarias, tales como definir estrategias de internacionalización, o identificar mecanismos de interacción con el sector productivo, o asumir los nuevos cambios que ocurren en las diferentes disciplinas académicas y en los más diversos campos de las tecnologías, o responder a las urgencias de los diferentes grupos sociales, entre otros.

Hoy, han cambiado los escenarios y se ha vuelto algo prioritario e irrenunciable que la Universidad asuma su presente de modo innovativo y proactivo. La Universidad no puede ser indiferente ante el escenario presente y debe tener el valor de definir las mejores opciones para el futuro. En la definición de un nuevo perfil de prioridades la pertinencia tiene una prioridad particular. Esta consiste en la capacidad, como organización, para responder a las nuevas demandas sociales, en el marco de la filosofía que la inspira; en su potencial para producir conocimiento de frontera con alta relevancia social y en su capacidad para formar a sus estudiantes de modo que adquieran la competencia para hacer uso público de su razón, sin necesidad de tutores. Ahora bien, ¿cuáles son las demandas más relevantes a las que nos enfrentamos? Señalemos algunas sin el ánimo de ser exhaustivo sino más bien con la intención de identificar las que nos parecen más relevantes:

En primer lugar, aquellas que provienen de la dinámica de crecimiento de la matrícula ocurrida en las últimas décadas, aunque ésta haya disminuido por razones demográficas desde hace tres años. Para hoy el tamaño de la matrícula asciende a más de 2 millones de estudiantes, con una tasa de cobertura de 52.81%, para 2017; y dos millones más que no tienen acceso a este nivel de formación; ¿cómo podremos garantizar el acceso de un mayor número de personas, para que quienes lo necesiten puedan ubicarse con dignidad en los mercados laborales y escoger esquemas de vida identificados por ellos como valiosos? ¿Cuál será el aporte de esta Universidad a la mejora del acceso de los estratos de menores ingresos, donde encontraremos la mayor demanda; pero sobre todo ¿Si existe una demanda latente por programas de duración corta y media que no se están ofreciendo, en qué podría contribuir la Universidad para la creación de este tipo de programas? ¿Cómo se podría aumentar la eficiencia organizacional para la obtención de logros en el terreno pedagógico y administrativo, de modo a garantizar mejor calidad de aprendizajes, ya que lo importante no es incrementar el acceso, sino garantizar la calidad del servicio?

Pero la pertinencia no se agota en las reformas internas de naturaleza académica y organizativa de la institución; tiene que ver, a su vez, con la capacidad que ésta desarrolle para formar en sus estudiantes esquemas de vida y esbozos de sociedad deseable y con la capacidad de emitir un juicio ético sobre ella. Esta responsabilidad ético-política, correctamente asumida, permitirá formar “ciudadanos” capaces de contribuir a la creación de una sociedad más justa, abierta y flexible.

En segundo lugar, en el incremento de la pertinencia es necesario tener en cuenta los cambios actuales en la producción del conocimiento, las nuevas demandas sociales y el impacto de la revolución científico y tecnológica actual movilizada por las nuevas teorías de la información y de las comunicaciones, así como la velocidad del aumento del conocimiento disciplinar de los últimos años. Esta situación explica por qué la Universidad no posee hoy el monopolio en la producción del conocimiento frente a otros organismos públicos y privados, tales como laboratorios y centros de investigación, empresas tecnológicas y centros de innovación. Adicionalmente, sabemos la velocidad con que en el ámbito académico se multiplican las publicaciones. Esto sin hacer referencia al incremento de las comunicaciones disciplinarias en las cuales se estima que el conocimiento se duplicará, para el año 2020 cada 73 días, en contraste con épocas anteriores. En consecuencia, ¿en este contexto, ¿cuál será la estrategia de la Universidad en materia de metodologías de gestión del conocimiento, docencia, de creación de nuevos programas, y de desarrollo profesoral?

En tercer lugar, se debe tener claro que si queremos mantener un perfil relevante, como Universidad, es urgente: a. rediseñar con visión de futuro las estructuras curriculares teniendo en cuenta el estadio de desarrollo de cada disciplina y sus interfaces; b. Replantear la formación general incorporando la creación de valores de la moderna ciudadanía, pasando de una formación especializada temprana a una formación básica sólida. En la discusión internacional se señala, en este sentido, que la Universidad debe preocuparse por formar a sus estudiantes en competencias: a. académicas, tales como, conocimiento especializado y capacidad de aplicarlo, capacidad de disolver problemas y un grado importante de desarrollo del pensamiento analítico y crítico; b. personales, tales como, autodisciplina, autoconfianza, creatividad y conocimiento de asuntos internacionales, y c. emprendedoras, tales como, actitud positiva frente al riesgo y a las oportunidades, facilidad para priorizar tareas, capacidad de conducción de procesos y capacidad de trabajar en equipo. Sólo de esta manera seremos pertinentes para que nuestros ex- alumnos se ubiquen con dignidad en los mercados laborales, se afirmen como seres humanos autónomos y para que sean agentes en la construcción de la justicia.

En cuarto lugar, las transformaciones de los mercados laborales nos obligan a reflexionar sobre la manera en que formamos los profesionales del futuro. En la actualidad, se percibe un debilitamiento progresivo de la estabilidad y seguridad en el empleo y una informatización creciente de las relaciones laborales. Cada vez más disminuyen los cargos para personas que no poseen niveles educativos y cada vez más hay un ritmo creciente de cambio en las estructuras organizacionales y en las destrezas requeridas para el desempeño laboral.

Por lo tanto, es importante que la Universidad se pregunte por el potencial que tiene para formar al tipo de profesional que la sociedad requiere hacia el futuro; que pueda tener certeza de su pertinencia para el desarrollo del país y posea estrategias legítimas de producción de conocimiento científica y socialmente relevante. Estos retos podrán exigir que tenga el coraje de identificar y abandonar viejas prácticas de cuyo predominio se benefician muchas veces los mediocres. O cambiamos o nos cambian.


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